lunes, diciembre 2, 2024
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El PRI en Tlaxcala: el dilema de la reconstrucción y el reto del 2027

Rogelio Lara|

El Partido Revolucionario Institucional (PRI) atraviesa una de las etapas más complicadas de su historia en Tlaxcala y a nivel nacional. Desgastado, dividido y sin figuras visibles que logren unir a sus bases, enfrenta el reto de su existencia con miras al 2027, año en el que podría definir su relevancia o desaparecer como una opción real de poder. El desafío del PRI es profundo y urgente: una reestructuración interna que no solo se limite a nuevos liderazgos, sino a una revisión de sus principios, documentos básicos y estrategias, adaptándolos a una sociedad que hoy lo percibe como obsoleto y desconectado de sus intereses.

La juventud del país, y especialmente la de Tlaxcala, ha dejado de ver al PRI como una alternativa. En su momento, el PRI fue el partido de la estabilidad y el crecimiento, sin embargo, el electorado joven lo asocia ahora con un pasado que parece desconectado de las demandas modernas. Sin acciones decididas, el PRI seguirá perdiendo terreno en favor de otras fuerzas políticas que han sabido captar mejor el pulso de los votantes jóvenes. Hoy, con apenas dos presidencias municipales en Tlaxcala, su presencia en el estado es casi simbólica, y el riesgo de llegar sin influencia significativa al 2027 es alto.

Para el PRI, la cuestión no es solo quién lo dirigirá, sino quién tendrá la capacidad de realizar la “operación cicatriz”, es decir, de restaurar los vínculos con una militancia fracturada y desmotivada. El nombre de Enrique Padilla Sánchez resuena como una posibilidad para este complejo rol. Su perfil lo convierte en un candidato idóneo para intentar la reconfiguración del partido. Exdirector General del Colegio de Bachilleres de Tlaxcala (COBAT), exdiputado federal y local, subsecretario de Educación Pública y exrector de la Universidad Politécnica de Tlaxcala, Padilla ha demostrado experiencia y oficio político, valores que el PRI necesita para sobrevivir en un entorno hostil. Además, aunque despierta tanto simpatías como antipatías dentro del partido, su capacidad de diálogo con diferentes sectores podría ser una herramienta valiosa para tejer alianzas y restaurar la cohesión interna.

La pregunta es si la dirigencia nacional del PRI está dispuesta a reconocer la urgencia del momento y a apostar por figuras con el capital político necesario para hacer esta labor. Voltear a ver a perfiles como el de Padilla Sánchez implicaría dar un golpe de timón, un reconocimiento de que el partido necesita liderazgos con credibilidad y arraigo. Su conocimiento de los desafíos educativos, su trato con sectores sociales y su habilidad para manejarse en el terreno institucional son capacidades que podrían reorientar al PRI hacia una renovación integral.

Sin embargo, el proceso no será sencillo. El PRI no solo necesita de un líder, sino de una apertura para que ese liderazgo transforme los valores y prácticas del partido en algo relevante para los tiempos actuales. Cambiar documentos básicos es solo el inicio; el PRI deberá comprometerse con una visión de transparencia, trabajo cercano a las comunidades y una apuesta real por los jóvenes. Sin un cambio profundo, los intentos de supervivencia serán en vano, y el partido terminará diluyéndose entre las nuevas fuerzas políticas que, a diferencia del PRI, hoy están marcando la agenda.

El reto está en sus manos: el PRI de Tlaxcala y del país debe decidir si quiere quedarse en el pasado o trabajar en un proyecto de futuro. Y, si decide la segunda opción, el tiempo para actuar es ahora.

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