Por Rogelio Lara
La elección para la gubernatura de Tlaxcala en 2027 comienza a calentar motores, y aunque en apariencia Morena parte como favorito, la realidad política del país y del estado deja ver un escenario mucho más complejo y menos predecible.
A nivel nacional, el desgaste del partido en el poder es evidente. Las acusaciones de nepotismo, la cercanía de funcionarios con el crimen organizado, el manejo opaco de recursos públicos y una cada vez más marcada fragmentación interna podrían tener consecuencias en las urnas. Morena ya no es el movimiento imparable de 2018. La narrativa de transformación se debilita, y los resultados no terminan por consolidarse.
En Tlaxcala, ese desgaste podría abrir una grieta que los partidos opositores estarían obligados a aprovechar. Una posible alianza entre el PRI, PAN e incluso con el PAC como fuerza local, podría presentarse como un contrapeso serio frente a la izquierda. Sin embargo, los retos internos de esta coalición potencial no son menores.
Morena tampoco lo tiene claro. Los dos perfiles que más suenan al interior del partido —la senadora Ana Lilia Rivera y el presidente municipal de Tlaxcala, Alfonso Sánchez García— no terminan de despegar. Ambos cargan con un perfil divisivo, poca conexión territorial y, en apariencia, más rivalidad entre sí que proyecto conjunto. Mientras tanto, en la periferia del poder morenista se menciona también al secretario de Educación Pública, Homero Meneses, como una carta que podría entrar en juego si el desgaste se profundiza o si la mandataria estatal decide reconfigurar su juego político desde el sector educativo.
¿Podría la gobernadora inclinar la balanza a favor de un perfil con mayor estructura y experiencia operativa? El tiempo lo dirá. Lo cierto es que Morena necesitará más que la marca y el aparato si quiere mantener la plaza.

Por otro lado, en la acera opositora, una imagen reciente encendió las conjeturas: Juan Carlos “SAGA” Sánchez García, empresario y figura visible del PAN, compartiendo mesa y sonrisas con la senadora Anabell Ávalos Zempoalteca, excandidata a la gubernatura por el PRI en 2021. La lectura es inevitable: la operación 2027 ya comenzó.
Ella, con estructura, experiencia y el respaldo de quienes aún creen en el tricolor. Él, con ambición, recursos y un pie bien puesto en el panismo local. Una eventual alianza entre ambos no sería descabellada; sería, en cambio, estratégica. Tlaxcala se perfila como uno de los estados con competencia cerrada, y los actores políticos lo saben: si quieren competir de verdad, tendrán que construir no solo alianzas de papel, sino acuerdos de fondo, sin ego, sin simulación.
La sucesión ha comenzado, aunque aún falten meses para que se despejen las incógnitas. Por lo pronto, la moneda está en el aire, y Tlaxcala como otros estados en disputa, será una de las piezas clave para medir si Morena aún retiene el impulso, o si empieza el repliegue.