Por Rogelio Lara |

“Ya nos veremos, Carlos… Tú sabes bien por qué saliste de Televisa”.

Con esa frase, Israel Vallarta (recién liberado tras 20 años en prisión sin sentencia), retó públicamente al periodista Carlos Loret de Mola. El video, difundido en redes sociales mientras Vallarta viajaba en un vehículo de lujo, se volvió viral en cuestión de horas. Pero detrás de la anécdota, hay un contexto que merece más atención: la oportunidad política del momento.

¿Justicia o distracción?

Nadie cuestiona que Israel Vallarta tenía derecho a un juicio justo. Lo que escandaliza es que haya pasado dos décadas privado de su libertad sin sentencia, en un sistema judicial que permitió tortura, montajes y negligencia procesal. Pero, al final del día, la responsabilidad de liberarlo o condenarlo fue del Poder Judicial, no de periodistas ni de medios.

Y justo cuando México atraviesa uno de sus momentos más críticos en salud pública, economía y gobernabilidad interna… aparece Vallarta, convertido en símbolo de justicia selectiva y rencor mediático, ocupando la agenda nacional.

Su repentina liberación ocurre mientras:

Se señalan desvíos millonarios vinculados a exfuncionarios como Adán Augusto López. La Barredora, un grupo de autodefensa, denuncia colusión de autoridades con el crimen organizado. La crisis de medicamentos y carencias en hospitales públicos es innegable. Morena enfrenta divisiones internas y riesgos de ruptura política. Funcionarios de primer nivel exhiben lujos, opacidad y viajes fuera del país que recuerdan el viejo estilo del PRI.

En ese clima, ¿Israel Vallarta libre es justicia o un distractor?

Que Vallarta busque confrontar a Loret de Mola en un careo público puede ser comprensible, incluso catártico. Pero al final, eso no cambia la estructura podrida de un sistema judicial que lo mantuvo preso sin pruebas sólidas. El periodista podrá tener cuentas pendientes con la ética, pero no es él quien dictó el auto de formal prisión ni el que prolongó su caso por dos décadas.

El reto mediático puede entretenernos. Puede darle al gobierno un respiro momentáneo, desviar la conversación y polarizar las redes. Pero la justicia verdadera no es espectáculo, ni se consigue con un video viral.

Israel Vallarta no salió libre por intervención divina ni por el corazón compasivo de algún presidente. Salió porque el mismo sistema que lo encerró no pudo sostener las acusaciones. Culpar ahora a la prensa de lo que fue, a todas luces, una cadena de errores judiciales, y usar su caso para atacar adversarios, es tan irresponsable como mantenerlo preso por 20 años sin sentencia.

Ojalá que Israel Vallarta logre rehacer su vida. Ojalá que el país también lo haga, pero para eso necesitamos menos cortinas de humo y más claridad frente al desastre institucional que nos gobierna.

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