Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Emory (Atlanta, Estados Unidos) reveló que los perros no solo reconocen el olor de sus dueños, sino que su cerebro responde con una fuerte activación en áreas asociadas al placer y la recompensa, similar a las que se encienden cuando los humanos experimentan emociones positivas.
La investigación, encabezada por el neurocientífico Gregory Berns, utilizó resonancia magnética funcional (fMRI) para analizar la actividad cerebral de varios perros entrenados para permanecer quietos sin anestesia dentro del escáner.
Durante el experimento, los canes fueron expuestos a cinco tipos de aromas: el de su dueño, el de un humano desconocido, el de un perro familiar, el de un perro extraño y el propio olor.
Los resultados, publicados en la revista científica Behavioural Processes en 2014, mostraron que el núcleo caudado, una región del cerebro vinculada con la expectativa de recompensa y las emociones positivas, se activó con mayor intensidad ante el olor del humano familiar.
“El núcleo caudado se activó máximamente con el olor del humano conocido. No solo lo distinguieron de los otros, sino que mostraron una clara asociación positiva con él”, explicó el Dr. Berns, autor principal del estudio.
(Fuente: Berns, G. S., Brooks, A. M., & Spivak, M. Behavioral Processes, 2014. DOI: 10.1016/j.beproc.2014.02.011)
Este hallazgo sugiere que el vínculo perro-humano va mucho más allá del aprendizaje o la rutina: se trata de una conexión emocional genuina, profundamente grabada en el cerebro canino.
Otros estudios posteriores del mismo grupo de investigación respaldan esta conclusión, mostrando que los perros también reconocen la voz y el rostro de sus dueños, activando áreas cerebrales relacionadas con la memoria afectiva y la comunicación social.
(Fuente: National Geographic, 2020; Emory Magazine, 2016).

“Nuestros hallazgos indican que los perros no solo nos aman por la comida o el cuidado, sino que desarrollan un lazo emocional real con las personas con las que viven”, añadió Berns en entrevista para Emory Magazine.
En otras palabras, cuando un perro corre a saludarte, te mira con ternura o se acurruca junto a ti, no es solo costumbre: su cerebro literalmente enciende las mismas zonas que se asocian al amor y la felicidad.